A LAS OCHO MENOS CINCO SE APAGARON LAS LUCES . Carmen sonrió satisfecha ante su pequeño gesto de rebelión frente a la injusticia. - Cinco minutos no parecen demasiado. - caviló mientras se encaminaba hacia la ventana del salón. Apartó la cortina con gesto suave , curiosa quería saber cuales de sus vecinos secundaban la iniciativa. Perpleja , contempló como ninguna de las viviendas de sus calle desprendía luz . Por supuesto el ayuntamiento no apagó el alumbrado público , solo cortaría la luz de dos o tres monumentos emblemáticos del centro .
Reparó en una anciana que observaba desde el edificio de enfrente , sostenía un gatito rubio que jugueteaba con el reflejo del cristal. Se sonrieron cómplices. En la ventana de al lado una madre alzaba a su hijo en brazos , que señalaba alborozado las demás viviendas. Más allá el hombre taciturno , aquel con el que se cruzaba en la calle cada día al regresar del trabajo , esbozaba una amplia sonrisa.
Pasaron las ocho y nadie encendió la luz en su calle. – ¿Y si también apagara la calefacción ? - Se preguntó mientras se apartaba de la ventana. – Avanzó por el pasillo alumbrada por la débil llama de un mechero . Bajó el termostato a cero grados – Vaya Carmencita estas hecha toda una revolucionaria , hoy dormirás con los pies fríos – Musitó con ironía para acto seguido dirigirse de nuevo al salón temerosa de que una luz hubiera roto la magia . Todos continuaban allí sonriéndose y señalándose los unos a los otros. Alguien con un guitarra estaba tocando en la calle y varios vecinos se habían unido a él. Carmen corrió ilusionada a por su abrigo . – Ojalá esto sucediera en todas las calles , en todos los barrios , en todas las ciudades – Deseó mientras bajaba a unirse a la celebración.
¡Pues eso fue precisamente lo que pasó!
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